Por segundo año consecutivo volvimos en busca de cetáceos. Junto con la empresa (Cetáceos y navegación) salimos en dos grupos, el 9 y el 16 de junio, desde Mazarrón hacia mar adentro.
Los paseos, en mayor o menor medida, están asegurados. Los avistamientos, en cambio, no hay nada ni nadie que pueda garantizarnos tenerlos cuando la fauna está, como es natural, en libertad.
El primer día los fenómenos costeros empezaron a torcerse adversos ya desde que dejamos el puerto. Con un panorama así, y por si no lo imaginásemos ya, nos contaron los compañeros de la empresa que eso reducía las probabilidades de avistar fauna marina en la zona. Día de volver al punto de partida antes de tiempo y de mareos varios. Cosas que pasan en el mar.
El segundo día la travesía fue por una zona distinta, en otra dirección, y pese a que el tiempo estaba mejor, solo se dejaron ver un pez volador, un pez espada saltando 2 o 3 veces y alguna pardela cenicienta como ave menos común de ver. De los cetáceos, ni rastro.
La lección es algo que subrayamos mucho en los talleres, actividades, trekkings, senderismo, esperas o recechos, rastreos, etc. La naturaleza está ahí fuera siempre. Lo que nos diferencia del resto de los seres vivos es que ellos siguen su curso natural y viven normalmente en su medio ambiente primitivo. Eso quiere decir que están adaptados al 100% para estar ahí sin dejarse ver muchas veces.
La empresa tuvo a bien, por su política, arreglar los ánimos y la falta del eje de la actividad, los avistamientos, con descuentos a elegir en varios formatos.
¡Otra vez será!
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