El pasado julio nos vimos para disfrutar del amanecer en las pasarelas de madera de los Urrutias. El tiempo no acompañaba mucho y el viento empezó a torcer un poco los planes. Aun con todo, quien más quien menos ya tenía algunas fotos en mente.
Según aparecían las luces, entre nubes que se me movían muy rápido, las escenas de larga exposición se iban dibujando cada vez con más intensidad.
Uno de los sinsabores que tiene a veces la naturaleza, que acostumbramos a vivir con bastante normalidad, es que las cosas no siempre salen como uno espera. La mejor de las actitudes es la de dejarse sorprender por todo lo que acontece y, además, disfrutar de la buena comunidad que representa esta asociación.
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